El colecho es una de las prácticas que me hacen sentir más animal. Y con lactancia de por medio, infinitamente más. De hecho, no hay muchas situaciones en el día a día que faciliten algo tan mamífero como lactar piel con piel con tu hijo. Me refiero a hacerlo sin premeditación, sin preparación, sin buscarlo conscientemente. El colecho, y sobretodo en verano, es una de las pocas.
En mi caso, ese sentimiento mamífero brota en situaciones como ésta:
Es de noche, ella duerme en la cama. Entro un momento en la habitación a hacer tal o cual cosa, y me doy cuenta de que está soñando algo que le hace llorar. Está llorando bajito, casi no se le oye. De repente da una vuelta en la cama, se frota los ojos y llora más fuerte. Entonces me olvido de a qué he entrado a la habitarción y me estiro a su lado. Le cojo la manita rodeando su brazo, y le digo: “shhhhh, ya está”. Yo ya me he quitado la camiseta y el sostén (entre otras cosas porque estamos en agosto, hay casi treinta grados en la habitación -y eso que está puesto el ventilador- y véte a saber cuánto rato estoy dando teta hasta que se vuelva a dormir con la camiseta subida hasta el cuello...). Noto su piel tibia, un pelín más fría que de costumbre por estar dormida, y cómo se va atemperando poco a poco por el contacto con la mía. Y noto su cuerpo en miniatura acoplándose al mío. Entonces, de repente, ya me da igual no volver al comedor a acabar de ver la peli, o seguir con el libro, o lo que sea. Estoy con mi hija, noto que se tranquiliza, mama, se suelta, se vuelve a agarrar, suspira entrecortadamente, cada vez succiona más despacito, se vuelve a quedar dormida. Tomo consciencia de la suavidad de su piel, de que estoy aquí y ahora y no en lo que tengo que hacer mañana, o en lo que ha pasado antes... Y tomo consciencia también de que somos mamíferos y que vivir esas sensaciones forma parte de nuestra naturaleza. Es propio de nosotros amamantar y dormir acurrucados. Y si no nos acordamos, nuestros hijos se encargan de guiarnos hacia eso, porque es lo que les hace sentir bien.Y es lo que necesitan. Ni más, ni menos. Sólo hay que escucharlos.
Desde que estrené maternidad me estoy reconectando a esa parte animal que tenía tan aletargada. Siento, vivo, percibo con más agudeza. Me siento más animal. Me encanta.